RESEÑA El Camino de la Espada, de Mathieu Mariolle y Federico Ferniani

«El hombre sabio rechaza toda posesión de tierra, ya que le pertenece a ella, y no al revés.

El camino es mi casa, mi señor Nakamura. Una casa de piedras, barro y grava.»

El Camino de la Espada (La voie du Sabre) es una obra de cómic europeo, formada por tres álbumes (La voie du Sabre #1-3) y publicada originalmente entre marzo de 2013 y marzo de 2020 por la editorial francesa Glénat. El cómic está basado en la novela homónima de Thomas Day, y los autores para su traspaso a la viñeta son Mathieu Mariolle (guión y adaptación) y Federico Carlo Ferniani (dibujante).

Mikedi es uno de los hijos de Nakamura Ito, un señor feudal de la guerra. Su vida es cómoda y segura, al margen de las terribles barbaridades que comete su padre y su ejército para conseguir tinta de Sho con la que ganarse el favor y la protección del emperador. Pero un día, su destino cambiará completamente al aparecer en los dominios de su padre un mendigo que se deshace con suma facilidad de todos los samuráis que osan retarle; es Musashi Miyamoto, un ronin que vaga por Japón en busca de algo y que arrastra tras de sí una leyenda mayor que la de ningún otro hombre.

El padre de Mikedi, viendo en Musashi una oportunidad irrepetible, le ofrece cualquier cosa a cambio de que sea su primer samurái o comparta con él el secreto que convierte a Musashi en el más rápido y preciso manejando la katana. Pero en la vida de un pensador como Musashi no hay espacio para la codicia material, y rechaza la oferta de Nakamura, pero le hace una proposición distinta; si le deja a su hijo, todavía maleable, le instruirá en el camino de la espada, y le hará capaz de hacer arrodillarse a los dioses, para que, con el paso de los años consiga desposar a la hija del emperador y así permitir que Nakamura Ito pase a ser de la estirpe imperial. Nakamura, ciego de ambición, no lo duda ni un segundo: al amanecer del día siguiente, Mikedi partirá con Musashi para recorrer el camino de la espada.

Mi primer contacto con la figura de Musashi, uno de los guerreros samuráis más célebres de Japón, fue a través del manga Musashi de Shôtarô Ishinomori, un manga de 1971, que, con claras reminiscencias al estilo de Osamu Tezuka, narraba la niñez y juventud de Musashi, un muchacho obsesionado con el arte de la espada y que sacrificaba todos los aspectos de su vida por continuar mejorando hasta alcanzar la excelencia. La verdad es que disfruté bastante de la historia, me generó interés por este mítico guerrero, y no tardé mucho en darme cuenta de que realmente estaba presente en muchos lugares distintos, incluídos, por supuesto otros cómics, siendo el ejemplo más claro el manga Vagabond de Takehiko Inoue (una obra que tengo que leer con urgencia), pero también habiendo breves aparaciones suyas tan inesperadas como en Luther Strode, de Justin Jordan, Tradd Moore y Felipe Sobreiro, una obra de Image Comics.

Aunque El Camino de la Espada va por otros derroteros muy distintos al manga de Ishinomori; mientras el manga contaba la juventud de Musashi y su aprendizaje, El Camino de la Espada nos presenta a un Musashi casi crepuscular, en lo máximo de sus capacidades y sabiduría, y preparado para inculcar sus enseñanzas a otro samurái. No es alguien empeñado en mejorar y demostrar su superioridad, es casi una fuerza de la naturaleza rondando los caminos de Japón.

Lo que más me ha sorprendido ha sido el peso del protagonismo. Yo no sabía mucho de la obra antes de empezar a leerla, y daba por sentado que el protagonista absoluto sería Musashi, pero no, el principal personaje, y también el narrador de la historia es Mikedi, y Musashi no tiene tampoco un espacio excesivo en las páginas de El Camino de la Espada, de hecho, muchas veces desaparece de la historia para dejar a Mikedi solo. Y aún con todo esto, pasa algo que para mí tiene mucho valor; y es que, pese a su menor protagonismo o su limitado tiempo en escena, Musashi siempre se siente como el elemento más importante de la obra, es como un ser mitológico, que continuamente está destilando sabiduría cuando está, y cuando no está, si se le menciona hay en torno a él un respeto, admiración y fantasías tales, que parece que el mundo de Mikedi este dominado por el legado de su maestro. Y digo que esto tiene mucho valor porque creo que es admirable hacer a un personaje grande sin tenerlo en la historia o en los diálogos constantemente, y sobre todo he disfrutado mucho de ese misticismo y ese aura de leyenda que rodea a Musashi, que en conjunción con el tono de adaptación fantástica de la obra, hace que Musashi parezca un hombre capaz de hablar de tú a tú con los dioses.

Y no es porque Musashi sea un hombre modélico o sin fallos, nada más lejos de la realidad, puesto que muestra muchísimas facetas distintas, muchas veces totalmente opuestas, pero que parecen confluir a la perfección en su ser, haciéndolo un personaje complejo e interesante. Un elegante poeta cargado de filosofía e inteligencia en algunas ocasiones, un burdo patán sin educación ni higiene en otras. Un frío artista de la guerra y un asesino en combate. Un mendigo al llegar a las ciudades y un maestro de vida en todo momento.

Es muy interesante la filosofía detrás del propio camino de la espada, un viaje complejo, de continuo sacrificio que transforma a aquel dispuesto a recorrerlo. Lejos de lo que pudiera parecer, no son únicamente enseñanzas marciales, técnicas de combate, manejo de la espada o filosofía de guerra, el camino de la espada es aprender a vivir de verdad, a conocerlo todo. Tener una espada entre las manos y usarla para matar a un enemigo es simplemente el último paso, que el que lo da esté preparado o no, dependerá de todo lo que haya experimentado anteriormente. De esta forma, las continuas enseñanzas de Musashi, siempre en forma de pequeñas perlas de una sabiduría con un regusto claramente oriental, pueden ser aplicadas no sólo en el camino de un guerrero, sino en cualquier ámbito de la vida, y desde luego hay algunas frases, moralejas e historias que salen de la boca del samurái que son directamente para enmarcar.

Pero quizá me esté centrando demasiado en la parte reflexiva de la obra y pueda parecer que la acción escasea o que la trama es lenta, y eso sería totalmente falso, ya que los combates, batallas campales y escaramuzas pueblan el relato y construyen un equilibrio bien llevado entre los pasajes más tranquilos en los que Mikedi está aprendiendo, de las diversas formas que le inculca su maestro, y los momentos de violencia descarnada.

La manera de manejar la historia quizá sea áspera con el lector en algunos casos; los saltos entre escenas a veces no están bien escogidos o no bien hilados mediante cuadros de texto, perdiendo una pizca de fluidez narrativa que se antoja imprescindible en un cómic. Aún así, es un obstáculo mínimo, apenas detectable, que no complica la lectura, pero sí que pide una constante atención a la acción. Al venir de una novela, quizá el espacio de los álbumes se antoje insuficiente para narrar todos los sucesos, y por esto, en ocasiones ciertas cosas pasan demasiado rápido, sin desarrollo o de improviso, y no hace que el lector se pierda en la historia, puesto que el hilo conductor siempre se mantiene firme, pero sí que hay ciertas escenas en las que gustaría ver más de lo que está pasando o por qué ha llegado a pasar.

La trama en sí es muy disfrutable, la combinación de fantasía y realidad presente en El Camino de la Espada va perfecta para una historia de samuráis, sin que por ello parezca algo exagerado. La lectura no es compleja y atrapa suavemente al lector, que se ve inmerso en un cómic que más que una serie de aventuras, parece que nos esté relatando unas leyendas irrepetibles, pero quizá así lo sean. Pese a tener algunos fallos que he mencionado anteriormente, en lo personal me ha encantado y la recomendaría fácilmente a cualquier lector de cómic europeo, y sobre todo, se la recomendaría fervientemente a los amantes de los samuráis y el Japón feudal. Puede que esto no sea una obra firmente documentada en los detalles históricos como El Lobo Solitario y su Cachorro, pero desde luego tiene todos esos elementos que asociamos a los samuráis que nos hacen disfrutar tanto de sus historias; el honor, la sabiduría, los combates… todo eso está aquí, pero especialmente tenemos a Musashi Miyamoto, un personaje que vence a cualquiera, incluído el lector.

Apartado Gráfico

El dibujante de la serie (quitando unas cuantas historias cortas) es Federico Carlo Ferniani. La verdad es que ya al abrir el tomo y ver la ilustración de las guardas me quedé anonadado con la belleza de su arte. Ferniani es un artista de excepción, incansable a la hora de plagar cada mínima porción de espacio de la página de detalle, con composiciones en varias ocasiones fusionadas, alejadas de las típicas restricciones que conllevan las viñetas. Su dibujo está a un nivel brutal que hace que, muchas veces, el cómic parezca hecho a base de cuadros. Pero al mismo tiempo que impresiona su capacidad de dibujo y la preciosidad de cada uno de sus trazos, Ferniani presenta carencias importantes de cara al arte del cómic; la narración gráfica y la distinción entre personajes.

El principal fallo es la narración gráfica; muchas veces la historia resulta un poco confusa o se atasca en algún punto por el dibujo, y es lo último que se busca en un cómic. A la hora de diferenciar a los personajes, puede llegar a ser complicado, y lo único que puede ayudar al lector a distinguir quién es quién son rasgos como cicatrices o la forma en la que llevan recogido el pelo, ya que las caras y sus constituciones, así como la disposición de elementos faciales, son demasiado similares; un peaje que se suele pagar en estilos tan extremadamente detallados. Aún con todo, las carencias, pese a remarcables, no impiden seguir la historia, sólo le otorgan una mínima dificultad, y las virtudes ciertamente desbancan totalmente estas pequeñas pegas, y hace que la belleza de estas páginas sea motivo suficiente para comprar el cómic y deleitarse con él simplemente observándolo.

Los coloristas que acompañan a Ferniani son Jean-Paul Fernández (primer álbum) y Luca Saponti (segundo y tercer álbumes), dos grandes artistas también, que aplican el color al nivel exigido por el dibujo, haciendo que la conjunción entre ambos elementos sea una perfecta amalgama.

También tenemos una serie de artistas invitados para pequeñas leyendas que se cuentan dentro de la historia principal; Mikäel Bourgouin, Yann Tisseron, Richard Guérineau y Valentin Sécher. Todos ellos grandes dibujantes con estilos distintos y preciosos.

Ediciones

Los tres álbumes que componen la obra han sido editados por Yermo Ediciones en un bonito integral. La verdad es que la edición es una verdadera pasada, desde el tamaño álbum a los materiales empleados, todo inspira calidad y cuidado, pero en el interior hay algunos bocadillos mal colocados, y eso son cosas que se deben vigilar al máximo, y más tratándose de ediciones lujosas que, como esta, valen 38€. Quitando ese fallo (son algunos bocadillos puntuales, no es algo reiterado), la edición es perfecta, incluye los tres álbumes con la portada antes y multitud de extras al final del tomo, con un montón de bocetos y dibujos que son una pasada, además de las contraportadas de los álbumes originales, lo cual es todo un detalle.

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