RESEÑA Los Muertos Vivientes #31: Podrido hasta la médula

«Podemos salvar a esta gente, Rick. Tenemos que hacerlo.»

Los Muertos Vivientes #31: Podrido hasta la médula contiene The Walking Dead #181-186.

Volumen anterior: Los Muertos Vivientes #30: Nuevo Orden Mundial

AVISO: La reseña que vas a leer a continuación no contiene ningún spoiler del volumen en cuestión, pero sí que podría contener spoilers relacionados con números anteriores.

Continúa el cambio de aires; tras toda una colección centrada en los aspectos más beligerantes de los personajes, con las continuas amenazas de conflictos o de una muerte inminente como motor de la serie, ahora la política y la lucha de clases son lo que mueve las fichas.

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Ya se pudo ver en el anterior volumen que la aparente estabilidad utópica ofrecida por la Commonwealth era tan sólo la punta de un iceberg que no dejaba ver los problemas de sus integrantes más humildes. Un sistema arraigado en el pasado, con una jerarquía por clases muy marcada y una aristocracia más arrogante todavía que la que podemos tener en nuestra sociedad. Pero ahora se hace todavía más patente, con la gira de la gobernadora Milton por los asentamientos que ya conocemos (el Santuario, la Cima, el Reino) mostrando una sonrisa para ocultar su desprecio, u otros detalles como las cacerías de muertos por diversión.

Pero las calles de la Commonwealth estallan tras un altercado en el que se ven envuelto el cuerpo policial y un ciudadano corriente. Una trifulca personal que se descontrola y acaba en una paliza descomunal por parte de estos policías, cosa que caldea todavía más el ambiente de descontento entre los ciudadanos de a pie. Quizá, lo más interesante de todo sea lo que fuerza; un juicio en el que Michonne tendrá que ser la defensora de los policías, situándola automáticamente del lado de los poderosos.

Así se ve poco a poco como los miembros del grupo de Alexandria toman posiciones; principalmente entre los que, como Dwight piensan que hay que destruir por la fuerza el sistema de la Commonwealth para poder instauran un nuevo orden más justo, y los que como Michonne, creen que hay que modificarlo, pero de una manera leve, sin golpes de efecto. Rick, por su parte, no tiene del todo claras las cosas; las cosas evidentemente no funcionan, pero la manera de arreglarlas es algo complejo pero de una importancia crítica, y la creciente violencia de la situación no ayuda a pensar con la cabeza fría…

Esta es la primera vez en toda la serie en la que Rick y los suyos son la amenaza y no los que tienen que lidiar con ella. Una perspectiva nueva y distinta; un pequeño grupo que ha demostrado que el nuevo mundo tras la catástrofe puede ser distinto y mejor, un pequeño grupo, que introducido en la Commonwealth puede actuar como una auténtica bomba de relojería.

El final del volumen nos regalará un momento de máxima tensión, en la que algunos personajes actuarán de maneras que no esperaríamos, e incluso se podría decir que forzando actos impactantes pero quizá no del todo bien planteados por Kirkman, que exigen una repentina elección de bandos, dejando la historia en un punto que pide la inmediata lectura del siguiente tomo, con el que llegará el cierre de la colección de Los Muertos Vivientes

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