RESEÑA Rompenieves (Snowpiercer), de Jacques Lob, Jean-Marc Rochette y Benjamin Legrand

«En este mundo cerrado y cercado, tanto los pudientes como los condenados tienen por único horizonte las paredes de sus vagones.»

Rompenieves es una serie de cómic europeo que originalmente contaba con tres álbumes; Le transperceneige (1984), L’arpenteur (1999) y Le traversée (2000), todas ellas publicadas por Casterman. Los autores del primer álbum fueron Jacques Lob (guión) y Jean-Marc Rochette (dibujante), y para los dos siguientes álbumes continuó Jean-Marc Rochette al dibujo y, debido al fallecimiento de Lob, fue Benjamin Legrand el encargado de escribir los guiones. Recientemente (desde 2015) la serie ha vuelto a retomarse en Francia, con nuevos álbumes, pero en esta reseña nos vamos a centrar en aquellos tres capítulos originales de la etapa inicial.

Primer album: Rompenieves

En un futuro no muy lejano, la humanidad ha tensado tanto la cuerda que se ha roto, y tras una Guerra Fría entre dos bandos que no llegamos a conocer en la historia, se activa el arma climática, que sepulta el planeta bajo un gélido manto de nieve y hielo y que impide a las personas poder vivir a la interperie. Los últimos supervivientes, se mantienen con vida dentro de un enorme tren que avanza imperturbable y sin parar; el rompenieves.

Este tren, concebido antes de la catástrofe como un transporte de placer y recreo, posee un motor basado en el movimiento perpetuo que le permite ser autosuficiente y generar la energía suficiente para calentar sus vagones. Pero la vida a bordo de este imponente ferrocarril no es idílica, ni mucho menos, ya que las personas que pudieron llegar a subir están divididas en un marcado sistema de castas; en los primeros vagones, llamados «vagones dorados» vive la élite, con todos los privilegios posibles, espacio y lujos. Más atrás, los pasajeros de segunda, con una buena vida pero a menor nivel. Y al final del todo, en los vagones de cola habitan, o mejor dicho, intentan sobrevivir, los colistas, hacinados en compartimentos sin un sistema de calefacción suficiente, sin comida ni higiene de ningún tipo y lo que es todavía peor; encerrados para que no puedan acceder al resto de vagones.

Pero un día, Proloff, un colista, consigue escapar de los vagones traseros y colarse en los de segunda clase, lo que genera sorpresa e incluso conmoción. Tal es así, que el coronel y el mismísimo presidente requieren su presencia en los vagones delanteros, dando así comienzo a un viaje por el propio tren que arrojará luz sobre su naturaleza y organización, pero Proloff no estará solo en su viaje, ya que le acompañará Adeline, una pasajera de segunda que pertenece al grupo procolista, que pretende solucionar los problemas de los desgraciados que viven en los vagones finales.

Puede que a primera vista parezca que Rompenieves es una historia postapocalíptica más; un desastre a nivel global causado por la estupidez humana lleva a que sobrevivan unos pocos y que se instaure una nueva sociedad con una jerarquía más marcada todavía que en el mundo «normal». Pero eso sería quedarse en la superficie, hacer un análisis muy desalmado y extraer únicamente las bases de la historia, y podríamos hacer lo mismo con casi cualquier historia de ciencia ficción postapocalíptica, y obtendríamos elementos iguales o muy parecidos. Donde está realmente la magia de estos relatos es en el contexto, todas las capas que complementan esos pilares fundamentales y que nos dan el conjunto, que es lo que el lector quiere disfrutar. Y desde luego, Rompenieves es una historia muy interesante en ese aspecto.

Al principio puede parecer que hay ciertas cosas que no tienen sentido o que la existencia de un tren de las características del Rompenieves es algo sin pies ni cabeza, pero poco a poco, se nos va proporcionando todos los detalles que faltan para componer la imagen entera; el por qué del encierro de los colistas, cómo puede funcionar constantemente el tren sin ninguna fuente de energía externa, de dónde obtienen los recursos necesarios para alimentarse… y de una manera más o menos simple, o más o menos realista (hay que tener en cuenta la época en la que fue escrita la obra) todo va cobrando sentido, y precisamente esos detalles del funcionamiento del Rompenieves y su sistema jerárquico son lo más potente de la obra.

El sistema de castas presente en el Rompenieves, no dista mucho de lo que podemos encontrar a día de hoy en la sociedad, más marcado y extremo, pero al fin y al cabo un reflejo de lo que vivimos. Los ricos siempre aislados del resto, con unos vagones a los que es imposible acceder para una persona «inferior», extasiados en una vida de lujos, placeres y sin preocupaciones. La segunda clase pretende ser la traslación de la clase media a la historia, viven en una especie de punto medio entre los de abajo y los de arriba (en este caso entre los de delante y los de detrás), y pese a que la mayoría sólo piensa en su bienestar, hay ciertos grupos que buscan justicia para todos, como los procolistas. Por último, los colistas son lo más bajo, los que tienen que luchar a cada momento por sobrevivir, y los que el resto de la sociedad prefiere ni mirar y dejar aislados, para que ni sus problemas les afecten, ni les causen problemas a ellos. Puede ser algo muy básico, pero precisamente la simplicidad y la facilidad de entender el funcionamiento de esta sociedad, le dan una fuerza extra que toca al lector, preguntándose si, realmente, no hay demasiados colistas en nuestro propio mundo, y cómo podemos estar tan ciegos como para no darnos cuenta de su presencia.

La lectura en sí atrapa por momentos, se desarrolla de una forma lineal, no presenta ningún elemento complejo y es una historia perfectamente autoconclusiva. El lector que se quede en este primer álbum no necesitará nada más. Es cierto que quizá se conforme con los elementos más básicos de una historia postapocalíptica, pero lo hace suficientemente bien para que sea una experiencia bastante satisfactoria. No obstante, sí que hay ciertos agujeros de guión (o por lo menos personalmente me lo ha parecido) y el tema que más flojea es el manejo de los personajes, ya que, pese a estar bien definidos, tampoco llegan a calar en el lector ni a despertar ninguna empatía, aunque también es cierto, que esta historia destaca por la trama en sí, no por los personajes.

Lo bueno es que con Rompenieves, ya se habían establecido las reglas de un mundo futuro muy sugerente, y aunque esta primera historia puede que se quedara sólo en los elementos más primordiales de la historia, quince años más tarde llegaría una secuela que se aprovecharía de todo lo ya instaurado y así contar una trama distinta y profundizar en esos aspectos sociales menos obvios que la primera parte no tuvo espacio suficiente para desarrollar.

Segundo y tercer álbumes: El Apeador y La Travesía

Pese al cierre de Rompenieves, que dejaba la historia perfectamente concluida, quince años después, llegaría una secuela para la obra de Lob, ahora con Legrand a los guiones. En estas nuevas dos entregas, que, a modo de díptico formaban otra trama perfectamente cerrada, descubríamos que el Rompenieves no era el último reducto de la humanidad, sino que había otro tren, de similares características pero considerablemente más grande llamado Rompehielos, vagando por la Tierra como el Rompenieves y que además sus pasajeros conocían la existencia de éste.

Al haber sido presentado el mundo de la historia en Rompenieves, estos dos álbumes ya tenían parte del trabajo hecho y no necesitaban explicar demasiado acerca de los cómos y los por qués y así pudieron centrarse en darnos una aventura con un enfoque distinto pero dentro del mismo registro.

Esta vez, en el Rompehielos no se tenían unas castas tan extremas, aunque seguía habiendo desigualdades entre los poderosos y el resto, pero lo más interesante es que Legrand se toma su tiempo para reflexionar en la parte más social y organizativa de la historia, introduciendo un culto a la locomotora con más presencia, toda una red de entretenimiento (y control), así como la figura de los apeadores; aquellos encargados a salir fuera del convoy en misiones casi suicidas en las maniobras de frenado con fines desconocidos para la gran mayoría de la población. Pero tanto Puig Vallés, un apeador, como Val, la hija de uno de los principales líderes del Rompehielos, harán todo lo posible por descubrir todos los secretos que ocultan los dirigentes.

Como decía, estas dos entregas de la saga de Rompenieves, ahondan mucho más que la original en cuestiones sociales. Resulta interesante ver cómo los que están al mando tergiversan la información, manipulan y mueven a su antojo a la aborregada población del tren, manteniendo un férreo control, para según ellos, poder mantener la calma, seguridad y bienestar. Los elementos clásicos están ahí, y aunque básicamente se resumen en la consabida consigna de «pan y circo», a la que habría que añadir «miedo», son quizá las partes más interesantes de la obra, ver cómo a través de la religión, los juegos o la televisión, el pueblo permanece tranquilo y amansado, ignorante de la realidad, pero sabedores de que fuera del tren, lo único que les espera es una congelación instantánea.

Por supuesto, los intereses personales y las conspiraciones están a la orden del día, y la lucha por destaparlos de mano de Puig y Val, llevará a la revelación de secretos, no sólo del Rompehielos, sino también del antiguo Rompenieves.

En este par de álbumes, la obra se vuelve bastante más densa y lo que se gana de cara al desarrollo de esos detalles sociales se pierde poco a poco en la fuerza de la trama, mejorando en un aspecto respecto al primer álbum pero empeorando en el otro aspecto. De esta forma, me da la sensación de que al final, estas historias clásicas de Rompenieves, quedan un poco a medio camino de lo que realmente podrían haber llegado a ser, ya que en ningún momento llegan a alcanzar lo que prometen, ni en argumento, ni en argumentación del mismo, por una descompensación de sus elementos, que algunos de ellos son ciertamente inteligentes e interesantes, pero otros se quedan un poco como cogidos con pinzas. Y es un lástima, porque de hecho, ha habido algún punto en el que he tenido que dejar reposar la obra hasta recuperar las ganas de continuar.

Son varios los fallos que le veo al conjunto de la obra; nunca se llega a empatizar con los personajes, la historia en sí tiene buenos momentos y buenas ideas, pero el desarrollo y la presencia de incongruencias y elementos no tan pensados, amortigua un poco el efecto que pudieran tener los aspectos positivos. El manejo del protagonismo entre la trama y el contexto está un poco desajustado y en ocasiones las decisiones argumentales son un poco pobres.

Con todo esto, no pretendo insinuar que no se pueda disfrutar de Rompenieves, de hecho, yo he disfrutado de la mayor parte de la obra, al fin y al cabo es un retrato fiel de la naturaleza humana y de su sociedad en un entorno llamativo y aterrador. Pero creo que su ejecución hace que sólo sea recomendable para aquellos lectores de cómic europeo que gusten mucho de la ciencia ficción, les llame la trama, no se amedrenten ante guiones algo densos y no se dejen llevar por las expectativas. El potencial de la obra está lejos de ser logrado, pero aún así, y sabiendo a lo que se viene, me parece que merece una oportunidad por parte de aquellos que cumplan los requisitos mencionados anteriormente. Para un lector casual, que sólo busque una buena obra de ciencia ficción, yo le recomendaría que busque otra lectura antes de internarse en las gélidas páginas de Rompenieves. En definitiva, una buena obra pero sólo para un nicho específico del público.

Apartado Gráfico

El artista detrás de los tres álbumes es Jean-Marc Rochette, pero del primer álbum a los dos últimos su estilo cambia totalmente.

En el primer álbum, nos presenta un dibujo claro, clásico y detallado, donde todo está contorneado y que le falta algo de carácter. Narrativamente hablando es bastante aceptable aunque tiene algún fallo. Pero el mayor defecto en este primer álbum es la diferenciación de ciertos personajes, especialmente de perfil. Es un buen dibujo, pero que no llena, y en lo personal se me ha antojado correcto pero insuficiente.

En los dos siguientes álbumes, el arte de Rochette sufre una metamorfosis tremenda y adquiere una personalidad brutal, casi no parece el mismo artista. Ahora se juega mucho más con los grises y la atmósfera general, consiguiendo ambientes fríos y agobiantes, remarcando esa claustrofobia que debe inspirar el tren. Se prescinde de contornos, dándole un volumen más vivo al conjunto. Es cierto que a veces los trazos ensucian demasiado algún rostro, pero por lo general, y aún con ciertos fallos, algunos heredados del primer álbum, me ha gustado mucho el dibujo en los dos últimos.

En cuanto a la imaginería y diseño de los elementos, creo que es un buen trabajo, nada excesivamente rompedor con los elementos de la época ni nada demasiado futurista, hay que tener en cuenta de que al fin, y al cabo, los recursos son limitados y no estamos presenciando un futuro muy lejano, por lo que creo que es todo un acierto el enfoque que lleva a cabo el artista.

Ediciones

Para leer estas historias en español, la opción obvia es la del integral que publicó el año pasado Norma Editorial, ya que la anterior edición, de Bang Ediciones, compuesta por dos tomos en rústica (el primero incluye el primer álbum y el segundo incluye el segundo y tercer álbumes) es complicada de encontrar al estar descatalogada, además de que a su precio de portada apenas hay diferencia con la de Norma, sin incluir extras y a un tamaño inferior a la de Norma (23 x 17 cm), por lo que no tiene mucho sentido buscar dicha edición.

La edición de Norma es, como he comentado, un integral, que incluye los tres álbumes en un bonito tomo encuadernado en cartoné con el lomo plano. El tamaño (26 x 19 cm) es inferior al tamaño álbum, pero la verdad es que el dibujo no parece resentirse. El precio es de 32€ e incluye un extensísimo epílogo a cargo de Jean-Pierre Dionnet hablando, entre otras cosas, sobre la serie y su creación, así como numerosos bocetos, muestras de arte y una biografía de cada uno de los autores. El volumen está bien editado, es cómodo de leer, manejable y tiene una apariencia resistente, así que es una opción muy buena en cuanto a relación calidad/cantidad/precio, y más, teniendo en cuenta que se trata de cómic europeo y que los álbumes no son los típicos de 48 páginas de extensión, de hecho, el tomo cuenta con 280 páginas.

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